Los platos que recuerdan una historia de amor inolvidable

Tres siglos han pasado desde la apasionante historia de amor de Sebastiana y Julián, un amor que dejó huella en la Iglesia de Gualcince, Lempira, historia que ni el tiempo ni el fuego han sido capaces de hacer olvidar…

El 25 de mayo del 2014 un pavoroso incendio consumió la iglesia de La Inmaculada Concepción de María, localizada en Gualcince, departamento de Lempira, la totalidad de los objetos de valor que se encontraban en su interior se perdieron con el fuego y solamente quedaron en pie las paredes, la cúpula y el recuerdo de una historia de amor sucedida en el siglo XVIII….

La joven Sebastiana era una joven de familia española, de carácter rebelde y acostumbrada a vivir en libertad; Sebastiana prefería la vida del campo a diferencia de sus amigas españolas que gustaban de eventos de sociedad y fineza; una mujer alta, buena moza, erguida y de carnes prietas y doradas por el sol.

Tal como era la costumbre de esos tiempos ella había sido ofrecida en matrimonio con Miguelito de Bátres, con el fin de que con el vinculo del matrimonio, las tierras que ambas familias permanecieran en sus manos y no se perdieran.

Dentro de las propiedades de la familia de Sebastiana había un joven llamado Julian Mexía quien había nacido dos días antes que Sebastiana, siendo ambos recibidos por la misma partera hecho que les hacía ser “hermanos de leche”, ambos con muy buena relación desde infantes y que hacían que Julían fuera el Indio Predilecto de Sebastiana.

Ante la inminencia de la boda con Miguelito, Sebastiana debía ser preparada para poder realizar sus labores de esposa y por ello fue trasladada a Guatemala para aprender y prepararse en las artes mujeriles, su carácter rebelde se hizo manifiesto y así comenzó el desastre familiar cuando Sebastiana sin avisarle a nadie decidió regresarse sola desde Guatemala y a lomo de mula…

Llegando a sus tierras pasó por el camino buscando a Julián Mexía, con quien desde ese instante compartió todo aquello considerado como “propio de indios”, cosas que los españoles nunca hacían y que de hecho eran indignas para ellos…ambos compartieron en la fiesta de los pájaros, tomaba las antorchas con habilidad y por primera vez conoció las aguas termales en luna nueva, su sombra, Julián, no le negaba nada y ella era feliz con él, una felicidad que el lujo, la ostentación y riqueza eran incapaces de darle y que Julián aun siendo un simple indio le daba por completo…

Pese a su huida de Guatemala los preparativos de la boda continuaban, dichos preparativos incluían la importación de platos de porcelana muy fina y en cantidad tal que podía servirle a todos los españoles de la comarca, a los mozos y también a los indios de la encomienda, una soberbia cantidad que denotaba el poder económico de las familias…

Nada fue dejado al azar, la música sería un coro de 100 niños cantores preparados para la ceremonia, el día se acercaba y regalos llegaban de todos lados pero lo único que no llegaban eran los platos de la China…

Llegó la noche de la boda y Sebastiana fue bañada en aguas aromáticas y vestida a lo propio, una vez preparada salió de la casa con el pretexto de ver la luna…

Mientras tanto en la iglesia todo listo y Miguelito esperando ansioso y tenso al pie del altar…a lo lejos se escuchaba una extraña música de tambores y chirimías, al quicio de la montaña y al par del salto del Guacal, Doña Sebastiana se desposaba en el rito indígena con su sombra, Julián Mexía.

Los platos por fin llegaron y el cura esa misma noche, explicó a los feligreses que los platos de China se colocarían en la cúpula de la iglesia en manda y promesa para que en esa iglesia no volviera a quedar un novio plantado….

Más de 300 años han pasado desde que Sebastiana y Julían se unieron en matrimonio indígena, nadie sabe sobre sus descendientes pero su historia ha perdurado y ni el tiempo ni el fuego la han logrado borrar…

 

 

Extracto de la obra e investigación documental de Leticia de Oyuela, de su libro Dos siglos de amor: 26 historias de amor documentadas de la sociedad hondureña de los siglos XVIII y XIX

One Response

  1. Claudia 22 octubre, 2015